Somos una congregación episcopal abierta y en crecimiento, con raíces en el movimiento por una mayor inclusión. Nuestra gran diversidad de orígenes, estilos de vida y llamamientos es un recurso del que sacamos nuestra fuerza.

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La adoración está en el centro de nuestra vida como comunidad de fe. Nos reunimos cada semana para adorar a Dios, quien creemos se nos revela como nuestro Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo. Creemos que el acto más grande de Dios hacia nosotros fue el de amor, enviando a su hijo Jesús a la Tierra para que viva entre nosotros. En su vida, Jesús dio un ejemplo de cómo debemos vivir y tratarnos unos a otros. Jesús se dio a sí mismo como un sacrificio a Dios y murió en la cruz para que nosotros, los amados hijos de Dios, no sufriéramos las consecuencias de nuestra naturaleza pecaminosa inherente - la muerte. El regreso de Jesús a la vida tres días después de su muerte nos mostró que la muerte no tiene la última palabra, y Dios ofrece a cada uno de nosotros el don de la vida eterna a través del sacrificio de Jesús. Cada semana en nuestra adoración recordamos la vida y muerte de Jesús en la Eucaristía (comunión), cuando compartimos pan y vino alrededor del altar. En nuestra adoración, somos renovados y recordamos nuestro llamamiento como pueblo de Dios para que podamos regresar al mundo compartiendo el amor que Dios compartió por primera vez con nosotros.